La isla sin pecados. (primera parte)

 
 
Oculta en el extenso territorio que son los océanos, donde se esconden miles de secretos, algunos que jamás verán la luz otros que ya son una leyenda. En ese manto azul se oculta una pequeña isla en donde vive una organizada tribu de hombres, los cuales no superan las doscientas personas. Esta tribu a logrado construir una perfecta armonía con la naturaleza y su propia existencia, su orden y organización es algo casi imposible de igualar.
Pero hay que mencionar que esta sociedad tiene algo en particular, solo está compuesta de hombres de sexo masculino. A pesar de que ellos saben de la existencia de otros sexos debido a lo que han visto de los propios animales, se creen superiores ya que no necesitan de nadie más que ellos mismo. Por lo menos eso es lo que les han inculcado desde pequeños. Alguien que es como el padre de todos; el gran abuelo, el más viejo de todos los que existen ahí, guía a la tribu con el resto de los adultos que se encuentran con él. Y se encarga de hacer crecer esta magnifica sociedad.
Cada 2 años se celebra un gran rito en donde se reúnen todos los jóvenes que ya están dispuestos a convertirse en verdaderos hombres y cumplen con los requisitos necesarios para serlo. En este ritual el gran abuelo elije de entre todos los jóvenes el que considera esta mas adecuado para la gran tarea de sacrificio. Siempre se elijen unos tres o dos de ellos, a veces el numero es mayor. Aquellos que son elegidos son transportados por él hacia la zona de sacrificio, el único lugar de la isla que esta prohibido ir. Se dice que se puede encontrar una hermosa playa con arena de cristal y un agua que refleja el mismo cielo y en donde se puede ver el reflejo de las estrellas hasta en el día. Allí es donde los jóvenes dan su sangre para que puedan ser el catalizador de la creación de nuevos hombres los cuales surgen de la misma mar en forma de pequeños bebes. Los demás jóvenes que no son elegidos son transformados en hombres dispuestos a hacer que su hermosa y utópica sociedad pueda crecer cada día. Son castrados y puestos a trabajar en la labor que mejor va con las habilidades de cada uno. Ningún hombre de la isla llegada cierta edad puede evitar la castración si intenta rechazarla seria como negar sus propios principios y se le castigaría con la muerte.
Dentro de esta gran utopía se encontraba un joven con una mente que sorprendía a la misma curiosidad. Él estaba cercano a ser parte del próximo ritual de iniciación hacia la adultez y no podía dejar de preguntarse cosas sobre su vida y su propia sociedad. ¿Qué era lo que ocurría realmente en la zona de sacrificios? ¿Que ocultaba aquella playa? Él quería ver con sus propios ojos aquella playa que solo se podía imaginar en sueños creados por su propia imaginación. El gran abuelo era el único capaz de ir a ese lugar, siempre decía que estaba totalmente prohibido acercarse allí, que solo él podía ver el ritual de sacrificio. Pero Kele el cual era el nombre del joven, (dado así por una mancha que tenía en el pecho.) sabía que no iba estar tranquilo hasta poder ver él mismo con sus ojos esa playa.
A pesar de que faltaban pocos días para el ritual de iniciación en donde Kele podría ser elegido para el sacrificio y ver con sus propios ojos aquel lugar hacia donde se dirigía, no le importo, tampoco el hecho de que si era descubierto por alguien sabia que solo le esperaba la muerte. Igualmente se aproximo aquel lugar una tarde antes de anochecer. Sabia que el gran abuelo no iba a aproximarse a esas horas, siempre que iba aquel lugar lo hacia en la mañana o al medio día. Cada cierto tiempo traía de vuelta de la playa un bebe o dos, a veces eran tres, los cuales serian los nuevos miembros de la tribu. Ese día ya había visitado la playa y sabía que no volvería hacerlo hasta el otro día. Kele lo había esta vigilando un tiempo, no solo para saber los horarios en los cuales iba al lugar del sacrificio, sino que también para encontrar más fácilmente la entrada oculta hacia aquel lugar. Pero al final la entrada se transformo en el menor de los problemas, ya que era fácil de encontrar a simple vista, se encontraba adornada de dos grandes pilares de piedra cubiertos en parte con largas enredaderas. A Kele no le sorprendió la poca seguridad que presentaba el lugar, sabía perfectamente que nadie de la tribu se atrevería a ir en contra de las reglas, algo que no se aplica a su caso. Se abrió paso entre los árboles y llego a la entrada, en aquel momento vacilo, temía encontrar algo que no fuera capas de soportar, algo que podría destruir toda la sociedad si fuera descubierto. Pero su enorme curiosidad destruyo completamente cualquier temor, y con paso firme se dirigió aquel mágico lugar.
Avanzo lentamente quería grabar en su mente todo lo que viera, que nada se le fuera a escapar, pero grande fue su sorpresa al ir viendo poco a poco que el lugar de sus sueños no era nada mas que una playa como las muchas que se encontraban en la isla; la arena era la misma que en toda la isla, y en el mar solo se podía ver su propio reflejo y sol, el cual iba acercándose cada vez mas al horizonte para dar paso a la noche. Pero ahí fue cuando algo cambio completamente el animo del joven, mientras divisaba el horizonte solo basto giran un poco su cuello para apreciar una vasta zona de tierra elevándose en la mar como si flotara en ella. Kele sabia que era exactamente otra isla, algo que según el gran abuelo era imposible de existir, ya que desde pequeños se les había enseñado que ellos eran únicos en el mundo, pero ahora frente a él estaba la prueba de todo lo que buscaba. Su mente se perdió por un momento en un torbellino de preguntas; ¿Qué habrá ahí?,  ¿será ese el lugar de sacrificio?, ¿habrá otra tribu? Todas eran preguntas que normalmente se haría cualquier persona, pero entonces nacía la más importante de todas. ¿Y si voy hacia aquella isla? Como si fuera parte de su instinto de saber cada vez más, no solo se lo pregunto, sino que sabía exactamente que no iba a estar tranquilo hasta que no viera con sus propios ojos aquella isla, tenia que ir. Nadar hacia la isla no seria ningún problema para él, ni para nadie de su tribu, la distancia no era muy grande y su perfecto cuerpo decía por si mismo que podía nadar aquello y mucho mas. Era un cuerpo trabajado solo por las labores diarias de cada día, cubierto solo por un pequeño taparrabos, que simplemente se preocupaba de afirmar sus órganos sexuales, una de las partes mas importante que se tomaban en cuenta al momento de elegir a los nuevos sacrificios, después de eso solo servia para ocultar la herida de la castración. Así que sin ningún solo impedimento, se adentro a las aguas al mismo tiempo que el sol comenzaba a tocar la mar en el horizonte.


PsichoBitE

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