Cuando la luna cierra los ojos

la noche, percatándose de una extraña sensación que recorría su pecho, y de a poco se expandía a todo el cuerpo. Fue en ese momento cuando divisó la silueta que se encontraba al frente de ella. Mientras se acercaba su corazón latía mas rápido, no podía asegurar si era una fantasía o realidad, pero no iba a desperdiciar esta oportunidad, sabia que aquel ser no era mortal, y que la llamaba a acercarse, por lo menos eso era lo que su mente quería creer, cerrándose a todo lo que ocurría a su alrededor.

Una vez que ambos se encontraban con la mirada fija en el rostro del otro, ella pudo apreciar a aquel hombre. Su cabello era largo y ondulado, de un negro que ocultaba hasta a la misma oscuridad dentro de él, lo llevaba tomado, aunque no evitaba que algunos mechones se escaparan y taparan su rostro, el cual era muy claro y suave con unos ojos verdes muy calidos y tranquilizadores, que hechizaban a cualquiera que los viera.

Ella quería decir aunque sea una palabra, pero era algo imposible en eso momento, ni siquiera era capaz de mover un dedo. Él lenta y tiernamente paso su mano por el rostro de la joven, la cual pudo sentir su cálida piel pasar por sus mejillas y bajar lentamente por su pecho hasta su cintura, rodeándola con el brazo, y tomando su cuerpo para poder besarla de una forma tan apasionada que ninguna de sus fantasías podría si quiera alcanzar a imaginar aquella sensación de éxtasis y locura apasionada.

Ella estaba perdida en un mundo que no podía explicar, hechizada por aquel hombre que la sostenía tiernamente. Vagando en sus fantasías de adolescente, no pudo darse cuenta que cada vez la sostenía más fuerte, hasta el punto en que comenzó a molestarle por el dolor de cómo la apretaba. Fue cuando comprendió que no podía moverse aunque quisiera, lo de antes no había sido solo su imaginación, ahora se daba cuenta de que en verdad no podía mover un solo músculo. Su fantasía se ensuciaba cada vez mas con el miedo y el terror que ahora la poseía. Miró los ojos del hombre, los cuales habían perdido toda expresividad, tenían la mirada de los perros hambrientos. Ya su destino estaba claro, se había dejado llevar por sus tontas ilusiones, evitando ver lo que realmente tenia al frente. Cuando sus músculos se relajaron y volvía su movilidad, ya era tarde, aquel ser que había perdido todo rastro de humanidad estaba devorando sus entrañas y comiéndose su vida, hasta apagarse completamente.

La escena había terminado, y los actores se habían marchado, la luna abría lentamente sus ojos iluminando una calle vacía sin un rastro de escenografía. La obra había llegado a su fin por lo menos para ella, ya que cuando la luna volviera a cerrar sus ojos, se podrá escuchar de nuevo el preludio de los pasos de una nueva victima.


PsichoBitE